Estrella tiene cuatro años y lo que menos le gusta es la noche porque dice que hay que dormir.
– Mamá, yo no quiero dormir.
– ¿Y eso por qué?
– Porque después, no sé cuándo despertar.
La mamá de Estrella, fue hacia la ventana y subió un poco la persiana.
– ¿Ves estás rejillas de aquí?
– ¡Sí!
– Pues cuando veas luz por aquí, significa que ya es de día y que ya puedes levantarte. ¿Vale?
– ¡Vale!
Estrella se metió en cama y se quedó con los ojos fijos en los huecos de la persiana esperando ver luz en ellos.
– ¡Buf! Como tarda… -suspiraba – ¡mamá, mamá! -llamó Estrella.
Su madre entra alarmada en la habitación.
-Dime Estela.
-El día tarda mucho.
-Solo han pasado cinco minutos.
Estela se queda pensativa.
-¿Cinco minutos cuánto tiempo es?
-Es este reloj de arena -la madre de Estela cogió un reloj de arena de un juego que guardaban en su armario- cuando toda la arena baje aquí -le señala con el dedo- es que han pasado cinco minutos. Si le das la vuelta 100 veces, se hará de día.
-Es un reloj mágico…- susurra estrella mirándolo de cerca.
La madre deja el reloj en la mesilla, le da un beso en la frente y se va.
Estrella observa atentamente el reloj y antes de caer la última arena, se le cierran los ojos.
Cuando los vuelve a abrir, se da cuenta de que tenía que darle la vuelta al reloj. Y al llegar a diez vueltas exclama:
– ¡Y 100! – se gira y mira los agujeros de la persiana y ve que entran rayos de luz.
-¡El reloj funciona, el reloj funciona!- grita entusiasmada.
Estrella sale corriendo de su habitación y se dirige a la habitación de sus padres pero no hay nadie.
-No están… – dice extrañada – ¿¡Mamá, papá!?
-¡Estamos en la cocina!
Estrella entra y ve a sus padres comiendo.
-¿Pero aún estás en pijama? Le pregunta el padre -ya casi es la hora de comer.
Estrella confusa, dice indignada:
-¡La noche es un rollo…!
(Dedicado a mi admirada sobrina G.)